Entrevista a Noam Chomsky En la era Trump, graves amenazas para la “vida humana organizada”



23/11/2017 | Lucien Crowder
[Noam Chomsky, pese a ser un lingüista de enorme talla, es más conocido, fuera de su especialidad, por su intenso compromiso político desde una posición de izquierda, que le ha llevado a formular críticas aceradas a la política exterior de EE UU y a interesarse duraderamente por las armas nucleares y otras amenazas de índole tecnológica para la civilización humana. En esta entrevista, Chomsky conversa con el editor jefe del Bulletin of the Atomic Scientits, Lucien Crowder, sobre las políticas del gobierno de Trump en materia de cambio climático, modernización nuclear, Corea del Norte e Irán, así como sobre la intensificación de “las gravísimas amenazas a que nos enfrentamos todos”.]

En este tumultuoso primer año de la presidencia de Donald Trump, algunos observadores dirían que las perspectivas de supervivencia de la humanidad son menos halagüeñas que nunca en la historia reciente. Noam Chomsky estaría incluido entre dichos observadores. En esta entrevista, Chomsky señala que el gobierno de Trump –al retirar a EE UU del Acuerdo de París, socavar el pacto nuclear con Irán y no buscar un arreglo negociado con Corea del Norte– ha “incrementado drásticamente” las graves amenazas que penden sobre la humanidad. Chomsky identifica “un aumento muy peligroso de la irracionalidad” en EE UU, advierte contra un “totalitarismo incipiente” y lamenta la “estupidez extrema, planeada, militante y organizada” que a su juicio subyace a la política del Partido Republicano en materia de cambio climático.

Pregunta: Quisiera empezar leyendo un breve pasaje del discurso que pronunció usted en un acto en Nueva York el pasado diciembre, y después le formularé la pregunta. Usted dijo que “las amenazas a que nos enfrentamos ahora son las más graves que se han planteado jamás en la historia de la humanidad. Son literalmente amenazas para la supervivencia. La guerra nuclear, la catástrofe medioambiental: estas son cuestiones muy urgentes que no cabe aplazar. Son todavía más urgentes desde el 8 de noviembre…” Teniendo en cuenta todo lo que ha ocurrido desde el 20 de enero, ¿son las amenazas que identificó usted en diciembre más inminentes, menos inminentes o igual de inminentes? Se lo pregunto porque no creo que la respuesta sea necesariamente evidente, ya que en muchos sentidos Trump ha hecho exactamente lo que dijo que haría durante la campaña.

Chomsky: Ha hecho lo que dijo que haría y esto, como se predijo, ha agravado mucho las amenazas. La retirada del Acuerdo de París, la serie de medidas gubernamentales que han acelerado el uso de combustibles fósiles, las desregulaciones, todo esto se combina para intensificar la gravísima amenaza de catástrofe medioambiental.

Esta es muy grave. Puede usted echar un vistazo a un artículo del periódico de esta mañana, casi de cada mañana. Hoy aparece un artículo sobre los efectos probables del calentamiento global en el permafrost ártico, que nadie comprende realmente, pero que podría provocar una intensificación grave, de hecho no lineal, y rápida de la emisión de dióxido de carbono y metano a la atmósfera. Estamos muy cerca de un punto del que se sabe que ocurrió hace unos 125 000 años, cuando la temperatura era tan solo un poco superior a la actual y, como ha comentado [el premio Nobel y ex ministro de Energía] Steven Chu, el nivel del mar era de seis a nueve metros más alto. Puede usted imaginar qué efectos tendría esto para la vida humana organizada. EE UU por sí solo, bajo Trump y el Partido Republicano, se precipita hacia el desastre, negándose a tomar las medidas que el resto del mundo está adoptando, con vacilación, pero que al menos apuntan en esa dirección.

La amenaza de guerra nuclear ha aumentado. Con razón, poco después de la toma de posesión de Trump el Reloj del Apocalipsis se movió medio minuto más hacia la medianoche. Desde entonces nos hemos enterado de más cosas, que son todavía más aterradoras. A comienzos de marzo, el Bulletin publicó un artículo muy significativo que debería citarse en las portadas de la prensa de todo el mundo, sobre el programa de modernización del armamento nuclear iniciado con Obama y proseguido bajo Trump. Los lectores del Bulletin conocen el contenido, pero su significado es enorme.
Ahora mismo, el gobierno de Trump ha señalado muy claramente que va a intentar socavar el pacto con Irán, es decir, el Plan de Acción Conjunto. Ha dejado claro que va a intentar encontrar una manera de denunciar que Irán incumple el acuerdo. Apenas se presta atención al hecho de que el gobierno de Trump incumple ahora mismo el acuerdo. Citaré el acuerdo. Insta a EE UU a “hacer todo lo posible de buena fe… para evitar la interferencia en el pleno aprovechamiento de las ventajas, por parte de Irán, del levantamiento de la sanciones”. El gobierno de Trump parece estar dedicando un gran esfuerzo a convencer a Europa de interferir en ello. El acuerdo también llama a EE UU a “abstenerse de toda política encaminada específicamente a menoscabar directamente la normalización del comercio y las relaciones económicas con Irán.” Por supuesto que está haciendo exactamente esto.
Asimismo, en el caso de Corea del Norte, aunque por fortuna la retórica histérica ha amainado un poco, había ahí amenazas muy serias. Existen posibilidades en la mesa de negociaciones, [aunque] se les presta muy poca atención. El vasto aumento preconizado del presupuesto militar a expensas de cosas que el país realmente necesita, vuelve a intensificar las amenazas. Pienso que es justo decir que sí, como ha dicho usted, que Trump y los Republicanos están cumpliendo sus promesas preelectorales. Como era de prever, estas tienen por efecto la intensificación de las amenazas sumamente graves que se ciernen sobre todos nosotros.
Pregunta: Esto nos lleva directamente a mi siguiente pregunta. Hay quien estaría dispuesto a sostener que el gobierno de Trump es el más peligroso que jamás ha tenido EE UU. Puesto que usted ha vivido bajo diversos mandatos presidenciales, me gustaría preguntarle –con respecto a las amenazas de índole tecnológica para la civilización humana en las que se centra el Bulletin– si cree que Trump es innegablemente más peligroso que todos sus predecesores.
Chomsky: Bueno, nunca ha habido un gobierno aquí, o en cualquier otra parte, que se haya comprometido abiertamente a intentar socavar las perspectivas de viabilidad de la vida humana organizada en un futuro no muy lejano. Este es exactamente el significado de la postura de Trump y de la dirección del Partido Republicano sobre el cambio climático. Por desgracia, es una acusación grave, pero piénselo bien y verá que lamentablemente es cierta.
Aunque Trump marca el camino, no debemos olvidar que se trata de la dirección del Partido Republicano al completo. Si recordamos los debates de primarias del año pasado, cada uno de los candidatos negaba que estaba ocurriendo lo que está ocurriendo o decía “puede que así sea, pero no debemos hacer nada al respecto”. Esto lo decían los moderados, Jeb Bush y John Kasich. En otras palabras, el 100 % decía “no hagamos nada con respecto a la amenaza más grave a que se enfrentan los humanos desde que existen”, una amenaza que se aproxima. No es broma. El ascenso del nivel del mar [mencionado por Steven Chu] tendrá consecuencias drásticas para la vida humana. Chu concreta que unos 800 millones de personas viven a menos de 10 metros sobre el nivel del mar. En muchos casos, esto sería desastroso, y tan solo es una de las consecuencias. Los pasos que se están dando, incluida la desregulación radical –cada día vemos nuevos ejemplos–, son extremadamente lesivos para el propio país y también representan un enorme peligro para el futuro.
Pregunta: Ahora voy a plantearle una pregunta ardua. En lo que respecta al gobierno de Trump y el futuro de la civilización humana, si tuviera usted que señalar la medida o declaración singular más escandalosa que se haya realizado hasta el momento, ¿por cuál optaría?
Chomsky: Dejaré de lado las declaraciones incendiarias en Twitter y supondré que no son más de observaciones al margen. Las medidas más peligrosas, creo, son básicamente las dos que he mencionado: la apuesta por maximizar el uso de combustibles fósiles, incluido el más peligroso, y eliminar el mecanismo que lo limita, y la amenaza de socavar el Plan de Acción Conjunto –el acuerdo con Irán–, que podría tener consecuencias impredecibles, pero tal vez enormes.
Hay un conflicto importante en ciernes, como sabe todo el mundo, entre EE UU y el bloque saudí por un lado y el bloque Irán-Rusia por otro. Esto podría generar peligros muy graves, por no hablar ya de las peligrosas amenazas junto a la frontera rusa [por ejemplo, la OTAN y el ejército ruso operan muy cerca una de otro en el entorno de los países bálticos], que podrían estallar, incluso por accidente, dando lugar a algo incontrolable. Estamos viviendo tiempos muy peligrosos.
Creo que deberíamos tomarnos muy en serio los comentarios de William Perry [ex ministro de Defensa], una persona que no suele exagerar: es conservador y cuidadoso. Ha dicho que está aterrorizado no solo por la situación existente con respecto a la posibilidad de una guerra nuclear, sino también por la falta de preocupación al respecto, lo cual en cierto modo es todavía más aterrador.
Pregunta: Ha mencionado usted a Rusia. Permítame proponer una idea, que plateo con cierto ánimo provocador. ¿No podríamos afirmar que con respecto a la rivalidad entre Washington y Moscú el mundo es realmente más seguro hoy que lo que ha sido durante mucho tiempo? La guerra fría ha pasado a la historia. Los arsenales nucleares de ambos bandos son mucho más pequeños de lo que eran antes. Putin y Trump, por razones que siguen sin estar muy claras, muestran menos antipatía entre ellos que la que hubo entre Putin y Obama. ¿Es esto un motivo para dormir más tranquilos que lo que podíamos hacer en los años cincuenta y sesenta?
Chomsky: Debo decir que de todas las posiciones de Trump, la que resulta más razonable es su mención ocasional de que se esforzará por reducir tensiones con Rusia y mejorar las relaciones. Esto es muy de sentido común. En la medida en que se den pasos en este sentido, que lamentablemente son mínimos, esta sería una política razonable. Sin embargo, las amenazas son extremadamente graves, en particular las que he mencionado.
La postura de EE UU con su programa de modernización, tal como está descrito en el Bulletin, es la postura de un país que pretende dar el primer golpe. Ahora, por supuesto, doy por hecho que EE UU no pretende dar el primer golpe, pero toda víctima potencial –en este caso, Rusia– tendría que tener en cuenta esa posibilidad. Esto significa que si se produce cualquier tipo de accidente como los que han ocurrido en los últimos años, las señales falsas y todo eso, cabe la posibilidad de que la dirección rusa adopte el punto de vista de “usarlas o perderlas”. “Estamos siendo atacados con un primer golpe y nuestra única salida es hacer tanto daño como podamos”: en cuyo caso la vida humana se puede dar esencialmente por terminada. Las amenazas en la frontera rusa, incluso unos cazas que se sobrevuelan entre sí o algún pequeño accidente, puede desencadenar la catástrofe muy rápidamente.
En el pasado hemos tenido mucha suerte. Recapitulemos la crisis de los misiles de Cuba. Hubo situaciones en que estuvimos muy cerca de una probable guerra nuclear. El caso de los submarinos rusos –ahora se sabe, pero entonces no– que fueron atacados por destructores de EE UU y estuvieron a punto de lanzar sus torpedos dotados de cabezas nucleares, podría haber desencadenado una guerra nuclear generalizada… Por fortuna, Vasili Arjípov, un comandante, se negó a utilizarlos, pero a punto estuvo de estallar todo, y no fue la única vez.
Pregunta: Hablando de la crisis de los misiles de Cuba, el punto muerto en torno a las armas nucleares de Corea del Norte se califica a veces de crisis de los misiles de Cuba a cámara lenta, que es una especie de formulación interesante. Pero me pregunto si considera usted que ambas situaciones son especialmente similares.
Chomsky: No, desde luego que no. La crisis de los misiles de Cuba, recuerde, vino causada por acontecimientos previos. Fue una reacción a acontecimientos previos. Uno de ellos fue el rechazo por parte de Kennedy de la propuesta de Jrushchov de proceder a una fuerte reducción mutua de las armas ofensivas, que Jrushchov de hecho inició por su cuenta. El gobierno de Kennedy consideró la situación y procedió a un fuerte rearme militar, pese a que se supone que EE UU ya llevaba una gran ventaja. Generalmente se entiende que uno de los motivos de Jrushchov era el de intentar corregir el desequilibrio de fuerzas enviando misiles a Cuba, que fue una iniciativa temeraria y peligrosa. Este fue un objetivo. El otro, muy probablemente, era la operación Mongoose, la guerra terrorista de Kennedy contra Cuba, que de hecho, si examina usted los planes, estaba concebida para provocar una insurrección y una posible invasión de EE UU en octubre de 1962. No sabemos con certeza si Castro y Jrushchov eran conscientes de esto, pero es muy posible que sí lo fueran. Y entonces se desplegaron los misiles. Ahora no está ocurriendo nada parecido en Corea del Norte. La situación es diferente, peligrosa sí, pero diferente.
La segunda diferencia estriba en que había… bueno, en realidad no es una diferencia. En el caso de los misiles de Cuba, había una manera muy sencilla de resolver el problema y finalmente [así se hizo] más o menos: retirada mutua de los misiles de Cuba y de Turquía, donde EE UU tenía desplegados misiles obsoletos que de por sí estaban a punto de ser retirados. Estaban siendo sustituidos por los submarinos Polaris, que eran más letales. En el caso de Corea del Norte, parece que existe una vía razonable para la negociación y la mejora de la crisis. China y Corea del Norte, de hecho, han ofrecido repetidamente un acuerdo: una congelación mutua. Corea del Norte congelaría el desarrollo de armas nucleares y misiles, y a cambio EE UU renunciaría a las amenazantes maniobras militares junto a la frontera de Corea del Norte, que contemplan incluso el sobrevuelo con aviones B-52 capaces de transportar bombas nucleares.
Todo esto supone una grave amenaza para Corea del Norte por razones evidentes. Suspender las maniobras a cambio de la congelación de los programas [nucleares de Corea del Norte] permitiría reducir las tensiones y abriría la vía a ulteriores negociaciones con el fin, a ser posible, de desnuclearizar la península. Si examinamos el registro histórico, Corea del Norte puede que sea el régimen más feo del mundo –no cabe duda de que compite por el título–, pero ha seguido una política muy racional, de toma y daca. Ha respondido a las provocaciones de EE UU expandiendo su sistema nuclear. Ha respondido a los avances positivos reduciéndolo y, en un caso, en 2005, aceptando incluso desmantelarlo si EE UU cumplía sus obligaciones previstas en el tratado, cosa que EE UU no hizo en lo esencial.
Sin embargo, hay indicaciones de que las negociaciones podrían aliviar significativamente la crisis ahora mismo y abrir la puerta a un arreglo diplomático, que es la única esperanza real que queda para la supervivencia no solo de los coreanos, sino de todo el mundo, teniendo en cuenta la naturaleza de la amenaza.
Pregunta: Pero en todo caso, cualquier resolución sobre la península coreana será más complicada que la que puso fin a la crisis de los misiles de Cuba.
Chomsky: Lo que puso fin a la crisis de los misiles de Cuba fue una carta de Jrushchov, en la que propuso una retirada mutua pública de los misiles. Rusia retiraría los misiles de Cuba y a cambio EE UU retiraría los misiles Jupiter de Turquía. Ya he dicho que la retirada de estos últimos ya estaba prevista, pues iban a ser sustituidos por los submarinos Polaris, que eran mucho más letales y en aquel entonces invulnerables. Esta fue la propuesta. En realidad, Kennedy no la aceptó del todo. Quiso que fuera un acuerdo secreto, no público. Por fortuna, Jrushchov lo aceptó, de lo contrario no estaríamos conversando hoy aquí.
Pregunta: Las dos amenazas que el Bulletin aborda más exhaustivamente son la guerra nuclear y el cambio climático. Son amenazas de naturaleza muy distinta. La guerra nuclear tiene consecuencias potencialmente destructivas para la civilización, pero las armas nucleares no se han utilizado en tiempo de guerra desde Hiroshima y Nagasaki. El cambio climático, por otro lado, está ocurriendo, y si no se afronta debidamente, causará mucho sufrimiento a muchísima gente, pero no supondrá el fin de la civilización humana. Soy consciente de que esto es como comparar peras con manzanas, pero desde su punto de vista, ¿qué amenaza le preocupa más?
Chomsky: La amenaza del cambio climático me preocupa más porque espero que el milagro que estamos viviendo desde 1945 seguirá, y sin duda es un milagro. Si miramos los registros, es absolutamente pasmoso. Una y otra vez hubo una intervención humana, a veces casi en el último minuto, que evitó una guerra nuclear.
Al menos podemos tener la esperanza de que los líderes seguirán siendo razonables, o incluso lo agentes, porque desde Eisenhower en nuestro bando, y presumiblemente también en el bando ruso, la autoridad para utilizar las armas nucleares se subdelegó. Es posible que la subdelegación todavía exista, aunque esta información está clasificada. Los pilotos de la misión Chrome Dome durante la crisis de los misiles de Cuba, los B-52 que estaban volando por todo el mundo –alrededor de un tercio de la fuerza, con armas nucleares a bordo–, esos pilotos han dicho que estaban autorizados a utilizar las armas. No sé si esto es cierto, pero lo afirman. Al menos podemos esperar que la conciencia de que [una guerra nuclear] comportaría la práctica destrucción de la vida humana pueda impedir que se emprendan acciones destructivas.
En el caso del cambio climático, este es inexorable. Está produciéndose. Las amenazas son graves. Dentro de un par de decenios pueden ser extremadamente graves. Podríamos llegar a un punto de efectos no lineales, como la liberación de metano, que comporta consecuencias impredecibles, sin duda horribles. Tal vez la vida humana sobreviva entre los inuits o se adapte al clima en alguna montaña sobre un valle tropical en algún lado, algo por el estilo. La vida humana organizada corre un serio peligro.
La fusión del permafrost podría –o lo sabemos, pero podría– liberar microbios letales que podrían causar graves pandemias con terribles consecuencias. Ya nos encontramos casi en el límite del uso de los antibióticos conocidos, en gran parte debido a la producción cárnica industrial, que constituye otra contribución letal a [las amenazas para] la supervivencia humana. No es la única amenaza de pandemia, pero es una. Esta es otra cuestión que debe preocuparnos profundamente.
No tiene sentido continuar porque son muy fáciles de enumerar, pero nos enfrentamos a graves peligros. En lugar que abordarlos, cosa que podemos hacer, ya que son todos controlables, en lugar de abordarlos, digo, dedicamos enormes cantidades de dinero a intensificar los medios de destrucción, como los programas de modernización nuclear. Es casi surreal.
Pregunta: Sé que está usted al tanto de que más de 100 países han aprobado un tratado que prohíbe las armas nucleares. El tratado entrará seguramente en vigor este año, pese a que ningún país con armas nucleares lo ha suscrito. La idea es que con el tiempo el tratado de prohibición establezca una nueva norma internacional que inducirá a los países con armas nucleares a tomarse en serio la necesidad de proceder a un desarme nuclear general. Usted sigue muy de cerca las relaciones internacionales. ¿Cuál es su pronóstico? ¿Qué probabilidad hay de que un grupo de países numerosos, pero relativamente poco poderosos, prevalezca finalmente sobre los países más poderosos para obligarles a abandonar los instrumentos definitivos de su poderío militar?
Chomsky: Depende de nosotros. ¿Es posible construir un movimiento popular masivo en EE UU y otros Estados nucleares que obligue a sus gobiernos a reconocer que hemos de eliminar estas graves amenazas para la supervivencia humana? Podría ser. Volvamos a comienzos de la década de 1980, cuando hubo en efecto un movimiento antinuclear muy significativo en EE UU con un enorme apoyo [público], que influyó algo en la política, no lo bastante, pero algo. Esto puede volver a producirse, y creo que es la única esperanza de que este tratado entre en vigor, no solo en EE UU, pero sobre todo aquí.
Pregunta: ¿Dice usted que hace falta una presión interna en los países con armas nucleares? ¿No funcionará la presión internacional?
Chomsky: Tal como yo lo veo, los países con armas nucleares no cederán a las presiones de los que usted mismo ha calificado de Estados sin poder. Nunca lo han hecho en el pasado y no es probable que lo hagan ahora.
Pregunta: Ahora voy a abordar un tema que tal vez suene un poco fantástico, y espero que no se salga del terreno de la fantasía. Hemos oído hablar mucho del fascismo últimamente. Me parece que con respecto a las armas nucleares, no hay experiencias históricas que nos ayuden a entender cuál podría ser un planteamiento fascista sobre el uso de esas armas, suponiendo que los fascistas tomen el poder en algún lugar y se hagan con el control de armas nucleares. Los hilos históricos del armamento nuclear y del fascismo no se cruzan realmente. Hemos visto armas nucleares en manos de países democráticos, países comunistas, regímenes autoritarios, de un Estado apartheid. Se puede decir que todos estos países, con la excepción de EE UU en 1945, han manejado sus arsenales nucleares casi siempre de la misma manera. ¿Hay algún motivo para creer que un enfoque fascista del armamento nuclear sería diferente?
Chomsky: El término “fascismo” es bastante vago. Los rasgos fundamentales del fascismo que nos interesan aquí están perfectamente reproducidos en Corea del Norte, y sus políticas consisten en asegurar la posesión racional de armas nucleares. Las utilizan sin duda con fines disuasorios. Nadie piensa que la dirección de Corea del Norte pretenda aniquilarse a sí misma, lo que podría ser el efecto inmediato de cualquier acto agresivo. Es un régimen horripilante, pero son muy pragmáticos y están comprometidos con impedir la destrucción de su régimen. Tienen un medio para conseguirlo, a saber, la disuasión.
También están comprometidos con el desarrollo económico. Está admitido, aunque no se airee ampliamente, que el régimen busca el desarrollo económico, cosa que es importante. Solo pueden hacerlo de una forma limitada, con la enorme carga de la producción de armamento, lo que supone para ellos un buen incentivo para aceptar un acuerdo; algo como el acuerdo de 2005, según el cual, como ha escrito el experto en seguridad Leon Sigal, “Corea del Norte prometió abandonar ‘todas las armas nucleares y los programas de armamento existentes’”. Sin embargo, el gobierno de Bush abortó inmediatamente este acuerdo. ¿Habría funcionado? No lo sabemos, es posible. El acuerdo marco de Clinton con Corea del Norte funcionó más o menos durante 10 años. No del todo, pues se hicieron algunas trampas en cuestiones menores. Cuando se rescindió a raíz de las provocaciones de Bush, Corea del Norte no tenía armas nucleares. Quizá estaba disponiéndose a construirlas, pero no las tenía.
¿Cómo reaccionaría un régimen fascista? Tenemos un caso, la Alemania nazi, donde llegaron a la conclusión de que no podían producir esas armas a tiempo. Si las hubieran producido, ni siquiera me atrevo a imaginar las consecuencias.
Pregunta: ¿Hay algo en particular que no hemos comentado y que le guastaría plantear?
Chomsky: Creo que hay un crecimiento muy peligroso de la irracionalidad, especialmente en EE UU, y hasta cierto punto también en otros lugares. Esto es sumamente pernicioso. Es la irracionalidad combinada con una fuerte polarización, con la creación de burbujas en las que la gente refuerza sus propias creencias. Todo ello representa un peligro extremo, particularmente cuando tenemos un gobierno que se dedica a atizar el fuego. Es preciso hacer esfuerzos significativos en todos los niveles –educación, organización, activismo, que incluye a la izquierda, por cierto– para contrarrestar este fenómeno cultural muy pernicioso, que podría maximizar las enormes amenazas a que nos enfrentamos.
Pregunta: Cuando dice usted “irracionalidad”, ¿se refiere a…?
Chomsky: Mire las creencias. Las creencias que tiene la gente [según los sondeos de opinión] son increíbles. En numerosas cuestiones, la gente cree las cosas más alocadas. El mecanismo se entiende más o menos. Por desgracia, internet contribuye a ello creando esta tendencia a refugiarse en una burbuja de creencias que se autorrefuerzan. Entre los Republicanos, un sondeo reciente de YouGov muestra un elevado porcentaje que dice que cree más a Trump que a cualquier medio de comunicación, inclusive Fox News. Este es un signo de totalitarismo incipiente, cuando un líder es venerado como una deidad y lo que dice vale más que cualquier cúmulo de pruebas que puedan aducirse.
De hecho, una mayoría afirma que si Trump propusiera retrasar las elecciones de 2020 alegando que hubo un fraude electoral, que básicamente es inexistente, lo aceptarían. Estos son hechos muy peligrosos. Esto es bastante distinto de cosas como la creencia de que Obama es un musulmán nacido [fuera] de EE UU. Un 25 % de los Republicanos piensan que puede ser el Anticristo. Esto, de nuevo, es exclusivo de EE UU: el enorme poder de las creencias religiosas fundamentalistas, que el mundo fue creado hace 10 000 años y cosas por el estilo. Todo esto son procesos extremadamente peligrosos. No solo procesos –existen desde hace tiempo–, pero ahora se agudizan e intensifican en el actual clima político febril, cuando desde las máximas autoridades se atiza el fuego.
Pregunta: Me pregunto en qué sentido esto va en aumento. ¿Responden los líderes políticos a los prejuicios existentes de sus votantes, o sucede más bien que la gente acaba creyendo cosas que les han contado demasiadas veces?
Chomsky: Esto se refuerza recíprocamente, pero ha habido un proceso durante los últimos 40 años, más o menos. Ambos partidos políticos se han desplazado bastante a la derecha durante el periodo neoliberal. Así, los Nuevos Demócratas de hoy, Demócratas de tipo Clinton, son lo que antes solían denominarse Republicanos moderados. Bernie Sanders ha sido calificado, y se ha calificado él mismo, de revolucionario. Si miras sus programas, reflejan básicamente el liberalismo del New Deal, programas del tipo de los que no habrían sorprendido mucho a Dwight Eisenhower.
El Partido Republicano, mientras tanto, se ha ido tanto a la derecha que se ha salido del espectro político. Ya no pueden conseguir votos para un programa tan extremista de apoyo a los ricos y al poder empresarial. Si lo formulan de manera clara, no obtendrán ningún voto. Así que se han visto obligados a movilizar una base, que siempre ha existido, más o menos, pero que nunca ha estado organizada como fuerza política importante: cristianos evangélicos, ultranacionalistas, supremacistas blancos y otros. En este punto se produce el refuerzo mutuo.
De hecho, si contemplamos las primarias del Partido Republicano de los últimos 12 años o así, cada vez que ha emergido un candidato o una candidata –Michele Bachmann–, sus posiciones eran tan extremas que el aparato del partido movilizó sus fuerzas para destruirlos y lo consiguieron. Esta vez no lo ha logrado, pero ha ocurrido cada cuatro años a medida que el partido se desplaza cada vez más a la derecha y está obligado a apoyarse en esta clase de base.
Pregunta: Hay una tendencia en la vida estadounidense contemporánea que he oído calificarla de ignorancia combativa. Mi recuerdo llega hasta ahí, pero ¿diría usted que se trata de una tendencia que ha crecido notablemente con los años?
Chomsky: Siempre ha estado ahí. Creo que va en aumento, pero también se organiza más, destaca y actúa. En el pasado estaba latente. Ahora se encuentra en primera línea. Cuando Bobby Jindal, ex gobernador Republicano de Luisiana, advirtió hace un par de años que el Republicano estaba convirtiéndose en un partido estúpido, algo de verdad había en ello, y es una cuestión de principios. Tal vez el calentamiento global sea el ejemplo más extremo. Hace falta una estupidez extrema, planeada, militante y organizada para negar la gravedad de lo que está ocurriendo delante de nuestras narices. Hay líderes Republicanos que lo reconocen. Algunos de los momentos más chocantes durante las primarias fueron aquellos comentarios ocasionales de Jeb Bush y John Kasich cuando dijeron que “sí, es probable que esté ocurriendo, pero no haremos nada al respecto, porque no debemos”. Tal como lo puso Kasich [en una conferencia sobre energía el año pasado], “vamos a extraer [carbón], lo depuraremos y lo quemaremos en Ohio, y no vamos a pedir perdón por ello”.
¿Cómo calificar esto exactamente? No lo sé.
12/10/2017
Traducción: viento sur
 

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