Alemania: la huelga de los conductores de tren y su contexto

TRIBUNA VIENTO SUR


MANUEL KELLNER
 9 de mayo de 2015

En sus orígenes, el GDL (Gewerkschaft der Lokführer, sindicato de conductores de tren afiliado a la central sindical de las y los funcionarios del Estado) fue una asociación profesional que representaba a los estratos más o menos privilegiados de la gente asalariada del ferrocarril. Esto podía sugerir cierto tipo de corporativismo y hacía que diera más importancia a la EVG (Eisenbahn- und Verkersgewerkschaft-federación afiliada a la Confederación Sindical Alemana (DGB), con una afiliación de 240 000 trabajadores contra los, más o menos, 35 000 de la GDL. Sin embargo, con el tiempo, la situación cambió.
La GDL abrió sus puertas al conjunto del personal ferroviario y adquirió prestigio organizando huelgas combativas basadas en reivindicaciones que daban respuesta a las necesidades del conjunto de las y los asalariados de la Deutsche Bahn AG (Red Nacional de Ferrocarriles). La EVG, por el contrario, se comportó como un sindicato sumiso, que aceptaba sin más el deterioro masivo de las condiciones de trabajo de los trabajadores y trabajadoras en el proceso de privatización paulatina que viene padeciendo el transporte ferroviario desde hace muchos años.
Hoy, 8 de mayo, concluye el cuarto día de huelga. Como en otras huelgas del pasado, esta huelga ha desencadenado una ola de denuncias y calumnias contra los huelguista y el portavoz de la GDL, Claus Weselskhy. Se le acusa de ser un jefe autoritario (un "Boss") que pone en serio riesgo la economía alemana y deja tirados a las y los usuarios (en el lenguaje habitual, los "clientes") de la Deutsche Bahn AG (DB AG). Otro ángulo de ataque es que la dirección de la DGL sólo perseguiría el objetivo de incrementar su fuerza frente a la EVG. "El objetivo de la DGL no es la huelga, sino incrementar su afiliación" afirma Klaus.Dieter Hommel, director adjunto de la Deutsche Bahn AG. Esto plantea una pregunta muy simple: ¿por qué gana en afiliación la GDL?
La huelga está siendo bien seguida por la plantilla y, a diferencia de lo que quieren hacer creer los medios de comunicación, las y los usuarios están lejos de cabrearse contra quienes realizan la huelga. Una vez que se explican las razones de las reivindicaciones de la GDL y de su movilización, la mayoría de la gente usuaria comprende que se trata de una acción en defensa de intereses legítimos y que las y los huelguistas también defiendes los intereses de la gente usuaria.
La Deutsche Bahn AG estaba más o menos dispuesta a aceptar el incremento salarial del 5% reivindicado en la huelga, pero las reivindicaciones más importantes tienen que ver con las condiciones de trabajo y, en concreto, con la reducción del tiempo de trabajo sin pérdida de salario.
Desde que se iniciaron las "reformas" neoliberales -entre otras, la transformación de la Deutsche Bahn en sociedad privada-, y a través de diversas modalidades, se ha dado una reducción del 50% de la plantilla. La intensificación del trabajo se ha incrementado de forma alarmante. Según los planes de la dirección, es necesario realizar más de ocho millones (!) de horas extraordinarias. La GDL reivindica un tope de 50 horas extraordinarias anuales. La GDL exige también el derecho a firmar acuerdos que abarquen al conjunto del personal ferroviario [no sólo a las y los conductores de tren], a lo que la dirección de la DB AG, tras haber comenzado a realizar concesiones, se opone radicalmente. En este contexto, la GDL podría convocar una huelga indefinida ("unbegrenzter Streik").
El telón de fondo de la huelga lo constituye la política del gobierno federal de A. Merkel que ha tramitado una ley denominada "Tarifeinheit" (un solo acuerdo en cada empresa) con el objetivo, en este caso, de atribuir el monopolio [de la representatividad] a la EVG. El objetivo de esa ley es reducir radicalmente la capacidad contractual de los pequeños sindicatos combativos; en este caso la GDL. De hecho, la dirección de la DB AG está controlada por el gobierno federal alemán. Este proyecto de Ley ya fue aprobado en el cámara baja del parlamento (Bundestag) y podría ser aprobada en el senado (Bundesrat) en el que están representados los Länder. En vista de ello, esta huelga se puede considerar como la última de este tipo que puede poner en pie la GDL. De ahí la opción por ir a una confrontación dura.
En determinados medios de comunicación se oye decir que, antes que nada, los sindicatos deberían ponerse de acuerdo entre ellos. Es cierto: un frente común de la GDL y de la EVF sería útil. ¿Pero no se trataría de una "unidad" a favor de una política pasiva, del "mal menor", opuesta a la unidad en la acción en base a objetivos claros y compartidos por la mayoría de los asalariados y asalariadas? La unidad sindical no es un valor en sí mismo. Tiene todo su sentido en la medida que consolide y refuerce la capacidad de acción de las organizaciones sindicales y el compromiso activo de sus miembros, así como su capacidad para decidir la modalidad de las movilizaciones.
La situación del personal ferroviario es dramática. Corinna Schön (56 años), que trabaja en el vagón restaurante, explica a la gente usuaria que está obligada realizar más de 1000 horas extras, lo que le resulta casi imposible. No ve a su familia más que cada cuatro semanas. Ha tenido que separarse, porque su pareja no soportaba vivir en esas condiciones. Nadine Kellerwald, 27 años, trabaja como controladora desde hace un años: 14 horas diarias. No tiene vida fuera del trabajo.
La prolongación del tiempo de trabajo del personal ferroviario y, sobre todo, la de las y los conductores de trenes pone en peligro la seguridad de la gente usuaria. A ello se añade la falta de inversiones en todos los ámbitos. La gente usuaria es la pagana de esta política de la DB AG, con la acumulación de los retrasos en los horarios de trenes.
La huelga de la GDL no es la única huelga importante en Alemania. Los distribuidores de paquetes de correos -las otras "víctimas" de las llamadas políticas de reestructuración- también están en huelga. Las y los maestros en las guarderías (el 95%, mujeres), tras diversas huelgas de advertencia en diferentes Länder, han convocado una huelga indefinida a partir del 11 de mayo. Estos dos sectores están organizados en el sindicato de servicios Ver.di. En ambos, se trata de conflictos que van más allá de las huelgas "habituales", como ocurre con la lanzada por la GDL.
Las educadoras de las guarderías exigen una revaloración de su trabajo. Quieren equiparar sus salarios al de otros sectores de la función pública con una cualificación profesional similar. Esto equivale a un incremento salarial del 10%. Al igual que el personal ferroviario o el de paquetería de correos, padecen una intensificación de trabajo extrema (menos personal, incremento del volumen del trabajo, nuevas tareas, etc.) con graves efectos sobre su salud.
Los medios de comunicación han lanzado una campaña contra esta huelga afirmando que las niñas y niños de las guarderías, al igual que sus padres, son víctima de la acción sindical, de la huelga. Pero es bastante comprensible pensar que las condiciones de trabajo del personal de las guarderías tienen que ser aceptables y decentes, justo en interés de las niñas y niños y de sus padres. Es evidente que en la educación, los salarios son expresión de la discriminación patriarcal, ya que ese trabajo se considera "femenino" y, por tanto, menos valorizado que los trabajos considerados como "masculinos".
Lo que resulta desconcertante -y viene ocurriendo desde hace tiempo- es la fragmentación, la no convergencia de las luchas, que continúan estando dispersas. Es cierto que la solidaridad existe, incluso que se dan manifestaciones en solidaridad con las luchas, pero la dimensión social y política de estas tres luchas no se traduce en la construcción de un frente común. Por ello, aunque se trate de luchas importantes que abren una ventana a la esperanza, tienen un carácter muy sectorial. Y no hay que olvidar que lo que se anuncia en el horizonte, bajo la batuta del gobierno de coalición (CDU-CSU/SPD), es la puesta en cuestión del derecho de huelga. Un problema que no se puede subestimar.
8/05/2015
Manuel Kellner, redactor del periódico SOZ.

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