Noam Chomsky :Fantasías. Respuesta al post de Žižek


Sin Permiso 5 de agosto 2013

Hace unas semanas, preguntado de pasada, en el curso de una entrevista oral, por el famoso publicista esloveno Slavoj Žižek, Chomsky realizó una sumaria declaración –transcrita y traducida para SinPermiso por su amiga Julie Wark— en la que manifestaba su total falta de interés por el personaje, a quien, dijo, no podía tomarse en serio. La celebridad eslovena replicó con una de sus espásticas escenificaciones habituales. Esta es la sumaria respuesta de Chomsky.

He recibido unas cuantas peticiones de comentario al post “Slavoj Žižek Responds to Noam Chomsky: ‘I Don’t Know a Guy Who Was So Often Empirically Wrong’” (“Slavoj Žižek replica a Noam Chomsky: ‘No conozco a ningún gachó que haya metido tanto la pata empíricamente’”: http://www.openculture.com/2013/07/slavoj-zizek-responds-to-noam-chomsky.html). 

Lo he leído con cierto interés, esperando aprender algo, y dado el título, descubrir algunos errores a corregir. Los hay, ni que decir tiene, en prácticamente cualquier cosa que llegue a imprenta, incluso en las monografías académicas técnicas, como puede apreciarse leyendo las reseñas que aparecen en las revistas especializadas. Y cuando los descubro o se me informa de su existencia, corrijo los errores.

No en este caso, sin embargo. Žižek no encuentra nada, literalmente nada, que sea empíricamente erróneo. Lo que apenas puede sorprender. Cualquiera que se jacte de descubrir errores empíricos y sea mínimamente serio, tendrá que terminar aportando alguna que otra pieza probatoria: citas, referencias, algo. Pero nada hay de eso, lo que tampoco me sorprende. Ya me había tropezado con algunas muestras del concepto zizekiano de hecho empírico y de argumento razonado.

Por ejemplo, en el número de invierno de 2008 de la revista cultural alemana Lettre International, Žižek me atribuía a mí un comentario racista que sobre Obama había hecho Silvio Berlusconi. Lo ignoré. Cualquiera que ande al estricote con la ortodoxia ideológica está hecho a ese tipo de trato. Sin embargo, un editor de la revista Harper, Sam Stark, se interesó en el asunto, y lo siguió. En el número de enero de 2009 publicó el resultado de sus pesquisas. Žižek decía que basaba la atribución a mi persona en algo que había leído en una revista eslovena. Maravillosa fuente, si es que existe. Con todo y con eso –proseguía tan terne—, atribuirme a mí un comentario racista sobre Obama no era una crítica, porque yo habría hecho esas observaciones como “una caracterización enteramente admisible en nuestra lucha política e ideológica”. Dejo a otros la decodificación de eso. Cuando el periodista/activista esloveno Igor Vidman le preguntó al respecto, Žižek le respondió que ya había discutido el asunto por teléfono conmigo y que yo estaba de acuerdo con él: http://www.vest.si/2009/01/31/zizkov-kulturni-boj/. Pura fantasía, huelga decirlo.

No es el único caso. Y ahora, en efecto, sus comentarios vienen a suministrarnos un buen ejemplo de sus prácticas. De acuerdo con él, yo sostengo “que no necesitamos ninguna crítica de la ideología”, es decir, que no necesitamos aquello a lo que yo he venido dedicando enormes esfuerzos durante muchos años. ¿Sus pruebas? Se lo habría oído decir a alguien que habría hablado conmigo. Pura fantasía, de nuevo, y otro indicio de su concepto de hecho empírico y discusión racional.

No podía yo, así pues, esperar gran cosa. 

El único ejemplo de Žižek es este: “Me acuerdo de cuando [Chomsky] defendía esta manifestación de los Jmeres Rojos. Y escribió unos cuantos textos diciendo: ‘No, eso es propaganda occidental. Los Jmeres Rojos no son tan terribles’. Y cuando luego se ve obligado a admitir que los Jmeres Rojos no eran los tipos más amables del Universo, etc. etc., su defensa me resultó bastante chocante: ‘No, con los hechos de que disponíamos en ese momento, yo llevaba razón. Entonces no sabíamos todavía lo suficiente, bueno… ya sabe’. Pero yo rechazo totalmente esta forma de razonamiento”.

Vayamos a los hechos empíricos que Žižek encuentra tan aburridos.

Žižek no cita nada, pero se refiere presumiblemente a un trabajo mío de los 70, coescrito con Edward Herman (Political Economy of Human Rights [Economía política de los derechos humanos]), así como a Manufacturing Consent [La producción de consenso], en donde, una década después, repasábamos hechos y respondíamos al tipo de objeciones y críticas que aparentemente tiene en mente Žižek. En PEHR habíamos elaborado con muchas ilustraciones la distinción de Herman entre víctimas dignas e indignas. Las víctimas dignas son aquellas cuyo destino puede atribuirse a algún enemigo oficial; las indignas son las víctimas de nuestro propio estado y de los crímenes de éste. Los dos primeros ejemplos en los que nos centrábamos eran la Camboya bajo los Jmeres Rojos y la invasión indonesia del Timor oriental por la misma época. Se dedicaba un largo capítulo a cada caso. Son ejemplos muy elocuentes: atrocidades comparables, en la misma región, en el mismo momento. Las víctimas de los Jmeres Rojos son “víctimas dignas”, cuyo destino ha de atribuirse a un enemigo. Los timoreses son “víctimas indignas”, porque nosotros somos los responsables de su destino: la invasión indonesia fue aprobada por Washington y plenamente apoyada luego, hasta en sus peores atrocidades, las cuales, aunque calificadas luego por una investigación posterior de NNUU como “genocidas”, estaban ya ampliamente documentadas en ese momento. Nosotros mostrábamos que subyacía en ambos casos una mentira de tan extraordinaria escala, que habría impresionado al mismísimo Stalin. Pero de direcciones opuestas: en el caso de los JR, una enorme falsificación de supuestos crímenes, incluyendo la reconfiguración de las acusaciones tras demostrarse falsas, y la intencionada ignorancia de las pruebas más creíbles, etc. En el caso del TO, en cambio, silencio, por lo general, o negación de la evidencia. 

Los dos casos son distintos, huelga decirlo. El caso del TO es incomparablemente más significativo, porque podría haberse puesto fácilmente fin a las atrocidades, como se hizo finalmente en septiembre de 1999, simplemente con una indicación de Washington de que el juego había terminado. En cambio, nadie tenía una propuesta sobre lo que podía hacerse para poner fin a las atrocidades de los JR. Y cuando una invasión vietnamita terminó con ellas en 1979, los vietnamitas fueron duramente condenados por nuestro gobierno y nuestros medios de comunicación. Y castigados por ello: los EEUU empezaron de inmediato a apoyar diplomática y militarmente a los JR. Llegados a ese punto, cesaron prácticamente los comentarios: los camboyanos se habían convertido en víctimas indignas, atacadas por sus torturadores JR sostenidos por Washington. Análogamente, habían sido víctimas indignas antes de la toma del poder por los JR en 1975, porque padecieron el asalto de los EEUU en el bombardeo más intenso de la historia –equivalente a todo el bombardeo aliado en el teatro bélico del Pacífico durante la II Guerra Mundial— dirigido contra una indefensa sociedad rural siguiendo órdenes transmitidas por Henry Kissinger: “a todo lo que vuele, a todo lo que se mueva”. Consiguientemente, poco se dijo sobre su miserable destino entonces, y hasta el día de hoy.

Los especialistas en Camboya sostienen que ha habido más investigación del período entre abril de 1975 y 1978 que del resto de toda su historia. Nada sorprendente, dada la utilidad ideológica del sufrimiento de las víctimas dignas, otro de los asuntos sobre los que reflexionábamos.

En esos libros y en otros logramos reunir una amplia documentación que mostraba como bastante normal la pauta seguida: la Camboya bajo los JR (pero –repárese bien en ese hecho crucial— antes, no luego) y el TO resultaban casos paradigmáticos y particularmente espectaculares. Mostrábamos también que esa pauta resulta imperceptible: dábamos muchos ejemplos y ofrecíamos la obvia explicación.

Lo que escribimos sobre el caso, harto más importante, del TO, entonces y desde entonces, ha sido prácticamente ignorado. Lo mismo puede decirse de lo que nosotros y otros hemos escrito sobre Camboya en los momentos en que eran víctimas indignas, sometidas a ataque estadounidense. En cambio, se ha creado toda una industria, rebosante de histeria, empeñada en descubrir errores en nuestro repaso de los hechos desarrollados en la Camboya bajo los JR y en nuestro tratamiento de esos hechos. Hay que decir que, hasta la fecha, sin éxito. Estoy seguro de que hablo también en nombre de Ed Herman si digo que estamos orgullosos de la recientísima reedición de ese viejo texto, junto con el trabajo, mucho más importante, sobre las víctimas indignas, del mismo modo que nos sentimos felices de revisar los hechos y de responder a la tormenta de críticas una década después

No es demasiado sorprendente que no se hayan descubierto errores. Porque hicimos poco más que pasar revista a lo que estaba publicado, dejando muy claro –conforme a la cita de uno de los comentaristas sobre Žižek– que “nuestro principal cometido aquí no es el de establecer los hechos en relación con la Indochina de postguerra, sino más bien el de investigar la refracción sufrida por esos hechos al pasar por el prisma de la ideología occidental, un cometido muy distinto”; y harto más sencillo, todo ha de decirse. Escribimos entonces que no podíamos saber cuáles eran los hechos reales, pero sugeríamos a los comentaristas que se atuvieran a la verdad y prestaran atención al registro documental y a los observadores más calificados, en particular a las conclusiones que citábamos procedentes de la inteligencia del Departamento de Estado, reconocida como la fuente más informativa. Además, el capítulo fue cuidadosamente leído por académicos de primer nivel especialistas en Camboya, antes de ser dado a imprenta. De modo que la falta de errores no es una gran sorpresa.

Harto más interesante resulta el hecho de que quienes en nuestros días se hallan totalmente atrapados por la propaganda occidental adhieren religiosamente a la doctrina prescrita: aspavientos de gran indignación respecto a los años de los JR y a nuestro concienzudo escrutinio de la información disponible y de la torrentada falsificacatoria; y silencio sobre los casos mucho más significativos del TO y de la Camboya sometida a los ataques de los EEUU, antes y después de los años de los JR. Los comentarios de Žižek constituyen un caso paradigmático de eso.

Como el lector puede fácilmente comprobar, Žižek no ofrece ni un adarme de prueba para sostener sus acusaciones; se limita simplemente a repetir lo que probablemente ha escuchado (o leído por acaso en una revista eslovena…). No menos interesante es que le resulte chocante que nos sirviéramos de los datos accesibles. Él “rechaza totalmente” ese proceder. No es necesario comentar una observación que abona la mala reputación de la irracionalidad.

El resto de los comentarios de Žižek no guardan la menor relación con nada que yo haya dicho o escrito, de modo que puedo ignorarlos.

Queda la cuestión de por qué este tipo de hueras escenificaciones se toman en serio. Pero la dejaré también de lado.   

Noam Chomsky es profesor emérito del Departamento de Lingüística y Filosofía del MIT. Universalmente reconocido como renovador de la lingüística contemporánea, es el autor vivo más citado, el intelectual público más destacado de nuestro tiempo y una figura política emblemática de la resistencia antiimperialista mundial. 

Traducción para www.sinpermiso.info: Mínima Estrella

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