Dicen que te fuiste ComandanteDel poeta: Adal Hernández


Dicen que te fuiste
 comandante
 una tarde de marzo
 a las cuatro y veinticinco,
 todos los medios
 de comunicación
 nos dijeron
 que te fuiste,
 pero seguimos
 escuchando
 tu hilada risa.

Dicen que te fuiste
 comandante
 una tarde de marzo
 a las cuatro y veinticinco,
 pero seguimos oyendo
 tu desafinado y hermoso
 canto a la vida.

Dicen que te fuiste
 comandante
 una tarde de marzo
 a las cuatro y veinticinco,
 pero seguimos viendo
 como rompes el protocolo
 para unirte a la fiesta,
 y te llevas todas
 las esperanzas
 en papelitos
 y todos los besos
 del mundo guardados
 en tu rostro de rebelión.

Dicen que te fuiste
 comandante
 una tarde de marzo
 a las cuatro y veinticinco,
 pero podemos divisarte
 en los ojos
 de los niños y niñas
 de esta revolución
 y te sentimos
 en el viento de los Andes
 y en el sol del llano
 y en la Caracas recuperada.

Dicen que te fuiste
 comandante
 una tarde de marzo
 a las cuatro y veinticinco,
 y hay banderas
 a media asta
 y hay luto nacional,
 pero nosotros
 podemos verte
 debajo de la lluvia
 con tu verbo eternizado.

Dicen que te fuiste
 comandante
 una tarde de marzo
 a las cuatro y veinticinco,
 y hay lágrimas como ríos
 y dolor que penetra los huesos,
 pero podemos ver la alegría
 de tus saltos y el
 “que no brinque es yanqui”
 y el
 “Eeepaaa compadre jijiji”.

Dicen que te fuiste
 comandante
 una tarde de marzo
 a las cuatro y veinticinco,
 y los hijos del odio
 celebraron solapadamente
 entre una extraña
 lluvia de verano,
 y tantos “te amos”
 jamás fueron dichos
 y tantas oraciones
 jamás fueron entonadas.

Dicen que te fuiste
 comandante
 una tarde de marzo
 a las cuatro y veinticinco,
 pero podemos
 sentirte en el alba
 de esta nueva época
 y en la espada de Bolívar
 que recorre la América Latina.

Dicen que te fuiste
 comandante
 una tarde de marzo
 a las cuatro y veinticinco,
 pero nosotros
 el pueblo en lucha
 te alzamos en los puños
 y prometemos
 no ceder al imperialismo
 y elevar tus sueños
 y hacer patria querida
 todos los días
 y pelear como tú,
 hasta el último minuto
 de una tarde de marzo
 a las cuatro y veinticinco.

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