España, Portugal, Grecia, Italia: aumenta la ira ante la crisis

Corriente Comunista Internacional

31 octubre 2012


 El 15 de septiembre,  700.000 personas irrumpen en  las calles de Lisboa y  otros 30 pueblos y ciudades de Portugal para manifestarse contra las políticas de austeridad del nuevo Gobierno de Pedro Coelho. El 7% de aumento del TSU – Tasa Social Única – para los trabajadores, junto con una reducción de 5,75% en las contribuciones de las empresas, estaba detrás de este brote espontáneo de ira que marginó a los sindicatos oficiales. La manifestación se había organizado en gran parte a través de las redes sociales. Ante la escala masiva de esas manifestaciones, el Gobierno parecía que se retiraba temporalmente. Pero no había que hacerse ilusiones: sólo se trataba de regresar después y de forma más efectiva,  con las mismas medidas, y además, con la asistencia de los sindicatos como la CGTP (Confederación General de trabajadores portugueses), que esta vez  estaban en mejor situación para ocupar el terreno, como lo habían venido haciendo durante más de un año aportando su propia contribución para imponer  las medidas de austeridad. La CGTP reaccionó rápido para recuperar el control del movimiento. Se pidió inmediatamente una nueva manifestación vigilada por sus dirigentes y bajo sus propios lemas para el 29 de septiembre... una manifestación que fue mucho menos concurrida. 

 En Grecia, tras la tercera huelga general convocada por los sindicatos, en particular por el PAME (Frente Militante de Todos los Trabajadores), hubo nuevas manifestaciones el 26 de septiembre en Salónica y Atenas, ganando a más de 30.000 trabajadores. La furia era tal que una vez más se vieron  enfrentamientos violentos con la policía, incluso entre  policías en  huelga y otras fuerzas del orden! 

 En España, decenas de miles de manifestantes llegaron a expresar su rabia el 25 de septiembre frente a un Parlamento protegido por unos 2.000 agentes de la policía. Hubo brotes de salvaje violencia policial "como en los días de Franco" según muchos testigos. 5 días más tarde, el 29 de septiembre, nuevamente fue rodeado el Parlamento. 

 En Italia, 30.000 funcionarios salieron a las calles de Roma el 28 de septiembre para protestar contra una nueva serie de medidas de austeridad con las pensiones y la "reclasificación" de los puestos de trabajo. 

 En definitiva, en la última semana de septiembre se ha visto un  aumento de la cólera en varios países europeos en respuesta a la brutalidad de los ataques y la interminable sucesión de planes de austeridad. 
Estas luchas son nuestras luchas

 Gobiernos, Partidos de Oposición y Sindicatos echan la culpa de estas medidas a la famosa Troika compuesta por  la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI. Quieren hacernos creer que el problema de la crisis puede ser resuelto país por país y tratan de transmitirnos la ilusión de que todo el mundo no está en el mismo barco, que algunos países pueden evitar lo peor, que pueden hacer que su economía avance nuevamente si hacen el esfuerzo necesario. La presentación de informes sobre la situación económica de los PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España) tiene el objetivo de reforzar la falsa idea de que las cosas no están tan mal en Gran Bretaña o Francia, países que de hecho están realizando el mismo tipo de ataques a nuestras condiciones laborales y vitales. Y éste es el destino de la clase trabajadora en todo el mundo: agravamiento de la explotación, aumento de la lucha por sobrevivir y más represión ante la  rebelión. 

 La burguesía hace todo  lo posible para evitar que nos concienciemos que los trabajadores sufrimos ataques en todas partes, para bloquear el desarrollo de la comprensión de que pertenecemos a una clase internacional. Esta es la razón por la que en los medios de comunicación hay muy pocas noticias acerca de los movimientos de resistencia contra la austeridad, a menos que sean demasiado grandes para ocultarlos. Y luego enfocan nuestra atención sobre imágenes de violencia o sobre una u otra debilidad del movimiento. Y por eso lo  más importante para nosotros, los explotados, es mirar más allá de las fronteras, para discutir sobre estas experiencias, estas luchas pasadas y presentes y extraer las lecciones para las luchas que se avecinan. 
¿Tiene solución la crisis?

 Desde hace más de 40 años, el capitalismo mundial está en crisis. Cada vez que esta se manifestaba abiertamente nos decían que había una salida si hacíamos sacrificios, “Las cosas estarán mejor mañana si nos sacrificamos hoy”, era la cantinela que siempre repetían y que hoy siguen repitiendo. ¡No podemos hacerles caso! Cada sacrificio abre la puerta al siguiente y siempre las cosas van a peor. No hay ningún futuro radiante bajo el capitalismo, este sistema solo puede ofrecernos la pobreza y la miseria. No es simplemente una cuestión de las malas intenciones de los dirigentes o del estado. Es la quiebra del sistema que le impregna con su lógica implacable[1]. 
¿Qué podemos hacer, cómo podemos luchar?

 A pesar de la creciente ira, expresada por cada vez más frecuentes enfrentamientos con la policía, las “jornadas de acción” que convocan los sindicatos han demostrado  ser inútiles. Durante décadas hemos visto que este tipo de 'acción' sirve como un medio para contener la lucha de clases,  y alineándonos detrás de banderas sindicales, nos dividen en diferentes sectores, y nos atrapan entre las filas de la policía y los megáfonos de los Sindicatos para  evitar cualquier discusión real y, por tanto, la verdadera preparación de la lucha. 

 La clase obrera más o menos sabe esto, pero si no muestra consciente y masivamente un clara comprensión de que tiene que hacerse cargo de sus propias luchas, presentando sus propias demandas, cualquier avance en el movimiento no llegará a nada. 

 Aquí el ejemplo de España es muy llamativo. El año pasado, el movimiento de los Indignados fue una demostración real y potente de la voluntad de la población y de la clase obrera a presentarse juntos de una manera colectiva, fuera de los sindicatos, para buscar y discutir la manera de luchar contra los ataques y expresar el disgusto con las miserables condiciones impuestas por el Estado español. El aspecto más significativo fue la creación de espacios para la discusión en la calle a través de un gran  número de asambleas generales, abiertas a todos y a todas las luchas que se está librando en todo el mundo. En España, cuando un trabajador del 'extranjero' tomaba el micrófono para llevar su solidaridad al movimiento y a veces para describir lo que estaba sucediendo en su país,  la simpatía era inmediata y palpable, la acogida cálida y entusiasta. En ese momento había pocas banderas nacionales o regionales a la vista y quienes querían limitar la lucha a la demanda de independencia regional no eran especialmente bienvenidos; en cualquier caso sus discursos no eran ampliamente apoyados. Y el movimiento de los Indignados no se encerró dentro de las fronteras de España.  Tuvo seguidores en muchos países desde Israel a Estados Unidos y el Reino Unido con el movimiento “Occupy”. 

 La burguesía misma es consciente del peligro potencial de la maduración de ideas tan “ridículas”  en las mentes de los explotados: desde su punto de vista, nunca es bueno que  surjan sentimientos de solidaridad en el transcurso de las luchas obreras, sobre todo cuando esto sucede a escala internacional. Ahora estamos viendo una contraofensiva de la burguesía, encaminada a inculcar el veneno del nacionalismo y regionalismo en toda la clase  trabajadora. En consecuencia, durante el 15 de septiembre, el  llamado día de acción de la 'Cumbre social' (CCOO, UGT[2] y  otros 200 grupos) en Madrid,  se propuso el lema "no dejemos que arruinen el país". El 25 de septiembre un paraguas de organizaciones conformada por toda una serie de grupos de la izquierda clásica del capital desde el PC a sectores desgajados del movimiento del 15 M, organizó una acción para protestar "contra el secuestro de la soberanía nacional por los mercados" delante de la cámara de diputados. Todo esto terminó en enfrentamientos con la policía (donde la provocación por elementos infiltrados era obvia)[3]. Al día siguiente, los sindicatos más radicales (como  la CGT y la CNT[4]), junto a los sindicatos nacionalistas como ELA, LAB, etc.[5], llamaron a otra huelga general en algunos lugares del Estado y en otros a un día de lucha. En otras palabras, convocaron a los trabajadores a luchar por  intereses nacionalistas, que no son los suyos. El peligro real y grave de este tipo de reivindicación fue subrayado por el hecho de que el 11 de septiembre hubo  un millón personas que participaron en una manifestación nacionalista catalana[6]. 

 Lo más prometedor del movimiento de Indignados y las discusiones que tuvieron lugar dentro de él era la esperanza de un mundo diferente[7]. Esta esperanza, esta confianza en sí misma que la clase trabajadora necesita desarrollar, son poderosas palancas para salir de las trampas que nos tiende una burguesía desesperada. Esto hará posible ir más allá de actuaciones que sólo pueden terminar en desmoralización. 

 Esto no vendrá con una varita mágica sino con un profundo entendimiento de que la única perspectiva para la humanidad es la ofrecida por una clase trabajadora que está unida internacionalmente y que avanza hacia el derrocamiento de este orden social decadente. La gravedad de la crisis trae consigo una enorme cantidad de ira, pero también tiene un aspecto evidente: deja claro que se trata no de vencer a uno u otro gobernante, expulsando a este o aquél Ministro, sino de un cambio radical en el sistema, de una lucha para liberar a toda la humanidad de las cadenas de la explotación. 

 ¿Seremos capaces de hacerlo? ¿Nosotros, la clase obrera, podemos realizar esa tarea? ¿Cómo podríamos  conseguirlo? Dado que el capitalismo no puede ofrecernos nada más que la barbarie, nos planteamos todas estas preguntas en nuestras mentes, de forma consciente o no. El proletariado tiene capacidad para unirse, para hacer de la solidaridad algo real, pero el camino es difícil y no sigue una línea recta, como Karl Marx señaló en los primeros años del movimiento de los trabajadores: 

«Las revoluciones proletarias como las del siglo XIX, se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos, parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden constantemente aterradas ante la vaga enormidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás y las circunstancias mismas gritan: Hic Rhodus, hic salta!» 

Wilma 28/09/12

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