“Hay una lógica suicida” Michael Lowy



Michael Lowy: “Hay una lógica suicida”

El académico franco-brasileño impulsó una Red Ecosocialista Internacional. En su libro Ecosocialismo plantea que el único modo de poner un freno a la catástrofe es atacando el modo de producción. Y considera que “todo socialismo no ecológico es un callejón sin salida”.

Por María Daniela Yaccar
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/17-25924-2012-07-23.html

Michael Lowy es contundente: si no cambian las cosas, la especie humana desaparecerá. No hay película sobre el apocalipsis que alarme tanto como Ecosocialismo, la alternativa radical a la catástrofe ecológica capitalista, el último libro de este teórico franco-brasileño, publicado por Editorial El Colectivo. El sociólogo pronostica una crisis ecológica “sin precedentes”, a causa de, entre otras cosas, la polución, el calentamiento global, el derretimiento de los casquetes polares, el agotamiento de los suelos y la multiplicación de los accidentes nucleares. Lowy ensaya una solución: el ecosocialismo, una corriente política que emergió en Europa en los ’70 y que él adapta a las necesidades de este siglo. El punto de partida del ecosocialismo es “la constatación esencial” de que “la protección de los equilibrios ecológicos del planeta es incompatible con la lógica expansiva y destructiva del sistema capitalista”.

Para Lowy –quien obviamente proviene del marxismo–, el único modo de poner un freno a la catástrofe es atacando el modo de producción. Por eso considera que “todo socialismo no ecológico es un callejón sin salida” y se esperanza con los movimientos que reclaman un cambio sistémico. ¿Dónde está exactamente la conexión entre el peligro ecológico y el modelo capitalista? “Basado en la implacable competencia, las exigencias de rentabilidad y la carrera hacia la ganancia rápida, el sistema destruye los recursos naturales”, detalla el pensador. En síntesis, Lowy encuentra la solución en la aparición de una “civilización nueva”, cuyo valor central no sea el dinero.

“Siempre me interesaron las utopías socialistas y revolucionarias”, desliza en un intercambio de mails con Página/12 desde París. Vive allí hace más de cuarenta años, pero nació en Brasil en 1938. Es director de investigación del Centro Nacional de Investigación Científica en Francia y su obra ha sido traducida a 24 idiomas. Su producción es diversa, aunque explicita un particular interés por la sociología de la cultura y la de la religión. “Hace quince años se me planteó la cuestión de repensar los problemas ecológicos a partir del marxismo, y viceversa. Me convencí de la necesidad de buscar una síntesis dialéctica entre ambas cosas, con el rechazo al paradigma productivista y expansionista de la civilización capitalista como hilo conductor”, cuenta. En 2001 publicó, junto a Joel Kovel, el Manifiesto Ecosocialista Internacional. Posteriormente impulsó la creación de una Red Ecosocialista Internacional, “con amigos de varios continentes”.

–Cualquier movimiento filosófico conlleva una idea del Hombre. La alternativa ecosocialista plantea soluciones que le implicarían un cambio radical de vida, como la disminución del uso del automóvil. ¿Qué dice el ecosocialismo sobre las pulsiones y deseos del Hombre?

–Los deseos se transforman, evolucionan y conocen cambios radicales. En la sociedad actual se desarrollan muchos deseos artificiales, creados por el sistema, el fetichismo de la mercancía, la obsesión consumista y el bombardeo publicitario. Suprimida la publicidad se manifestarán los verdaderos deseos, en su riqueza y diversidad. Se trata de privilegiar al Ser –la libre manifestación de las capacidades humanas en el amor, la ciencia, el arte, el juego y la música– más que al Tener –la posesión de una infinidad de objetos, en su mayoría inútiles–. En la sociedad capitalista el automóvil es la mercancía suprema. No es sólo un medio de transporte, es símbolo de prestigio. Es indiscutible su utilidad, pero también que es responsable de masivas emisiones de CO2 (el gas que provoca el cambio climático). También de miles de muertos y paralíticos. Por otro lado, la gran mayoría de las personas se mueve a pie, en bicicleta o en transportes públicos. Una reorganización democráticamente decidida y planificada privilegiaría calles peatonales, bicisendas y transportes públicos, que serían gratuitos y ampliados. No es una utopía: aunque limitadamente, algunas ciudades ya lo han empezado a implementar.


–El libro pone sus esperanzas de cambio en América latina. ¿Qué diferencias detecta entre Europa y Latinoamérica en relación con sus postulados?

–Sin excepción, los gobiernos europeos son parte del problema. En América latina la situación es distinta, aunque hay contradicciones. Algunos gobiernos latinoamericanos de izquierda, de orientación antineoliberal, han planteado la ecología como uno de los ejes del socialismo del siglo XXI. Pero todos siguen basando su economía en la extracción de energías fósiles, como el gas (Bolivia) o el petróleo (Venezuela, Ecuador). Por otro lado, Evo Morales jugó un papel importante en la lucha contra la destrucción capitalista de la naturaleza, sobre todo al convocar en Cochabamba la Cumbre de los Pueblos en defensa de la Madre Tierra y en contra del Cambio Climático (2010). La iniciativa más importante ha venido de Ecuador: el gobierno de Rafael Correa presentó el proyecto Parque Yasuní, una propuesta de comunidades indígenas y de ecologistas, que consiste en no explotar las reservas de petróleo que se encuentran en esta región de bosques de alta biodiversidad y en que los países del Norte indemnicen a Ecuador con 3500 millones de dólares. Hasta ahora Ecuador ha recibido muy poco, 100 millones de dólares de reducción de su deuda. Pero el Parque Yasuní se mantiene intacto. Es una iniciativa muy importante: pone a la vida y a la naturaleza por encima de la ganancia y crea un precedente en la lucha contra el calentamiento global.

–¿Qué le dice la actual crisis mundial sobre el capitalismo?

–Es la más grave y profunda desde 1929 y demuestra la irracionalidad total del sistema. Pero sería un error creer que se trata de su derrumbe. Pienso, como Walter Benjamin, que “el capitalismo nunca va morir de muerte natural”: si no hay una acción social y política antisistémica, que tenga como fin la supresión del capitalismo, el sistema siempre encontrará una salida, sea con brutales políticas de austeridad o con otras alternativas siniestras, como la guerra o el fascismo. Suelo decir que la crisis ecológica es más grave que la económica. Para la primera no hay salida en los cuadros del capitalismo. El fracaso de todas las reuniones internacionales destinadas a tomar medidas en contra del calentamiento global –Copenhague, Cancún, Durban, Río– ilustra la lógica suicida del sistema. La crisis ecológica es una amenaza sin precedentes para el futuro de la vida humana en este planeta: el cambio climático significa la posibilidad de condiciones insoportables para una gran parte de la población mundial. Y no se trata de un escenario para fines del siglo, sino para las próximas décadas.

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